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No es que los norcoreanos no tengamos tecnología, tenemos intranet, burrofax, bombas de hidrógeno… pero no somos como esos pijos occidentales que van por ahí con sus radiocasettes y sus tres comidas diarias. Padre se pasó la vida diciendo que la tecnología y la informática eran modas pasajeras y el tiempo le ha dado la razón. Solo hay que echarle un vistazo a los dos últimos juguetes que se han puesto de moda entre los niños: una botella de agua y el Fidget Spinner, una especie de yo-yo-peonza. Es curioso que en plena era tecnológica surja este revival de lo analógico cuando hace unos años pasaba exactamente al revés, teníamos una tecnología tercermundista y nos flipaba lo digital. El “Fidget Spinner" de nuestra generación fue el Tamagotchi, un videojuego de 8-bits (digo 8-bits porque no sé si existen menos) con una pantalla de medio píxel en una consola con forma de huevo. A los niños les pasaba con los Tamagotchi como a mí con los norcoreanos, que tenían que cuidarlos y alimentarlos pero al final se les olvidaba. El occidental, por definición, es impredecible. Uno de los videojuegos más vendidos de la historia fue el Pong, un juego en el que dos barritas tenían que devolverse una pelota que rebotaba entre ellas. En 2013 salió el GTA V, un juego en el que se gastaron 250 millones de dólares y tuvieron a cientos de personas trabajando durante cinco años. Bien, pues el GTA V fue el segundo juego más descargado del año detrás del Flappy Bird, un juego de 8-bits en el que si tocabas el móvil el pájaro daba saltitos. No voy a entrar a valorar el Fidget Spinner ni el consumismo occidental porque ya sabéis que me parece una sociedad en decadencia, pero me quedo con una reflexión personal: es increíble lo bien que se sigue vendiendo todas las cosas que tienen nombre aparato de gimnasia de la Teletienda.

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