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El otoño, el lunes de las estaciones

El otoño, el lunes de las estaciones

-Kim Jong-Un

Kim Jong-UnAgencia EFE

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El otoño es la última estación meteorológica del año y la que, a nivel cinematográfico, más comedias románticas y más temporadas de Juego de Tronos ocupa. El otoño comienza con el primer estornudo y termina con un niño de San Ildefonso sacando el Gordo de Navidad. Son costumbres propias de esta época del año comer castañas, comenzar la vendimia y sacrificar a tu primogénito quemándolo vivo alrededor de una danza para que la lluvia asegure una buena cosecha. El otoño es también la estación fetiche de los poetas porque el rocío, la aurora y las hojas vestidas de amarillo, por algún motivo, riman mejor que el papiloma en el pie de la piscina municipal. Pero si el otoño tiene un protagonista indiscutible, ese es el agua. Aguaceros que se derraman por el norte, lluvias torrenciales por el centro, diluvios de intercontinentales por Corea del Sur. Nuestros antepasados, temerosos de las sequías, invocaban a la lluvia mediante ritos, danzas con plumas de aves y peticiones de firmas en change.org. Hoy en día, con el avance de la ciencia, sabemos que las lluvias son el regreso de gotas de agua que migraron en bandada al cielo para reproducirse y resguardar a sus crías en la esponjosidad de las nubes, de donde vuelven cuando se va el calor. Precisamente en un otoño especialmente lluvioso nació el capitalismo. Un exceso de las reservas de agua obligó a los vendedores a utilizar el ingenio para darle salida a toda la producción, así nacieron el agua de mineralización débil, el agua hiposódica y el agua ecoligera, y así también se desarrolló la idea de cambiarle el nombre a un producto para que no parezca que estás comprando lo mismo pero a un precio mayor. El otoño trajo la lluvia, el frío, el capitalismo, la comedia romántica y el fin de las vacaciones, y por si fuera poco este año también trae de vuelta a Fórmula Abierta (el grupo de Operación Triunfo) pero luego parece que el malo soy yo.

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