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Querido intelectual Javier Marías

Querido intelectual Javier Marías

-El escritor Javier Marías

El escritor Javier MaríasAgencia EFE

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En principio usted no leerá esta carta porque, según sé por alguna entrevista que ha dado, no tiene Internet en casa. Pero quién sabe, igual algún día le llega vía fax, que es lo que usa para conectarse con el ahí fuera, según comentan. Cada cierto tiempo, usted, un tipo que aborrece las nuevas tecnologías y se siente orgulloso de que así sea, es protagonista en ellas. Ahí es donde, imagino, se pone a trabajar el fax del despacho, después de una llamada telefónica avisando de que vienen papeles de camino: “Javier, querido, te mando copia por fax de lo que las feminazis locas han dicho sobre ti por ser un brillante intelectual librepensante como la copa de un pino”. Y en su oficina, llena de libros imprescindibles, de clásicos obligados que estoy seguro habrá leído, empiezan a imprimirse papeles y papeles y más papeles con el dichoso logo del pajarito de twitter, que cosa más cutre, de masas y poco intelectual, criticándole a usted por su último artículo. Intelectualidad 1-0 Chabacanería, pensará, y apagará el fax hasta la próxima demostración de libertad ante la jauría. Si al párrafo anterior le ponemos música clásica como banda sonora, debería de parecerse bastante a lo que ocurre en su privilegiada cabeza cada vez que es usted “víctima” de la muchedumbre que no entiende nada. Es lo que le ha pasado este fin de semana con esto: “Las monjas de toda la vida están triunfando ahora, bajo otro disfraz, pero con los mismos objetivos: que no haya besos, que no haya escotes, que no haya minifaldas. Te dicen que ahora es por buenas razones. Mire, no, bajo la apariencia de buenas causas se reprime como en tiempos de Franco”.Sí, las feministas y yo qué sé... El otro día leí: "Ya no habrá besos en las carreras ciclistas". Y la federación de golf en EE UU prohíbe las faldas cortas a las jugadoras... Me dejó atónito. Vamos a ver, las feministas han luchado durante décadas por vestir como les daba la gana. Y las sufragistas querían descubrir el tobillo. Y ahora resulta que, por otros motivos, no puede usted llevar minifalda. ¡Déjenme en paz!” Querido intelectual Javier Marías. Usted no ha entendido nada sobre feminismo, queda muy claro al leerle. El feminismo, movimiento que quiere la igualdad entre hombres y mujeres, no tiene nada que ver con llevar o no falda corta, larga o de centro. Yo, criatura de Internet, se lo voy a explicar en chabacano para que se sienta cómodo en los roles de su cabeza: según el feminismo, una mujer se puede poner la falda como le salga del higo, -como dicen mis amigas chabacanas aquí por el sur- el problema no es la falda, intelectual Javier Marías, el problema es que haya cabezas que cosifiquen a las mujeres y no vean más allá de la falda. Es muy sencillo, ¿no? Bastante más sencillo que inventarse una movida como la que usted se ha inventado asegurando que se prohíben las faldas y los escotes. No es cierto. No es real. Javier Marías, trate de arrancarlo por dios… que de un cerebro intelectual se espera otra cosa, me cago en la leche. No. No se han prohibido las faldas ni los escotes. Yo tengo amigas feministas que se lo ponen -el escote- hasta el ombligo. Sólo que, con sus higos y ombligos, quieren ser consideradas algo más que cosas y tener los mismos sueldos, derechos y consideración que un hombre. Es tan fácil de entender que su comparación con el franquismo es rocambolesca, intelectual Javier Marías. No. Nadie prohíbe nada. Usted confunde prohibir con pararnos a pensar en conductas idiotas que tenemos normalizadas. Es ridículo ver mujeres de adorno, sujetando paraguas en la F1 o dando besos a ciclistas. Igual que sería ridículo ver a tíos petados sonriendo y sujetando paraguas o dando besos a ciclistas. En esto estaríamos de acuerdo cualquiera, ¿verdad? Que las mujeres sean complementos de adorno en grandes citas deportivas, que eso sea una costumbre, hace que esa idea de la mujer como cosa se mantenga. Y luego -aquí no me voy a entretener en detalles porque la explicación es larga y voy a agotarle el papel del fax- esto se nota hasta en los sueldos. Si te asocio a adorno por tradición, de alguna forma eres menos. Es fácil de entender. No sé si tiene usted hija o nieta, pero seguro que, si le ha pedido en algún momento de su vida consejo para hacer un deporte, no se le ha ocurrido decirle: “niña, métete a animadora del equipo de los chicos, para no vivir en el franquismo”. ¿Verdad que no? Pues eso. Querido intelectual Javier Marías. Usted, siento decírselo, lleva un tiempo haciendo mal su trabajo. Unas décadas. Como un bombero con miedo al fuego, a usted le asusta su material de trabajo, lo nuevo. Y eso es lo peor que le puede pasar a un intelectual como usted. Un intelectual como usted tiene que alumbrar hacia lo que viene, tratar de comprender y luego explicarlo al resto. Y usted no está haciéndolo. Usted vive cabreado y asustado. “Por ahí viene oscuro, gente, vaya puta mierda, parece como cuando estaba oscuro antes”, suele ser su análisis de intelectual refugiado en lo “políticamente incorrecto” para buscar a una mayoría de aliados que tampoco entienden o no quieren entender. Como usted. Como un bombero que se planta ante la casa en llamas y cruzado de brazos le dice a los vecinos presentes señalando “vaya mierda, eso quema”. Querido intelectual Javier Marías. En su tiempo, hace décadas, quizá una bandera del feminismo era poder vestir como se quisiera. Pero ahora, por suerte, ese movimiento ha ido a más y hace falta poner atención para comprender. Todos, con cartel de referencia progre como usted o sin él, somos conservadores de nuestro tiempo. Pero hay un oficio que no se puede permitir eso. El suyo, el de intelectual no puede. Y usted, querido Javier Marías, no es que sea conservador de su época, es que está, como usted diría, en plan franquista. Gracias y recicle todo este papel tras leerlo, Javier Marías. No es una orden fascista, sino un consejo, si lo quiere. A un hombretón como usted esto le sonará a mariconada, pero en 2017 la mayoría sabemos que estos pequeños hábitos ayudan. LEER: Querido Jorge Cremades
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