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Querido enfermo

Carta abierta de Gerardo Tecé a los taurinos.

-Vista aérea de la plaza de toros de las Ventas

Vista aérea de la plaza de toros de las VentasAgencia EFE

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Sé que para ti eso de no tener empatía es tradición. Viene de tus ancestros y en el pueblo se ha hecho de toda la vida, dices para justificar esas mierdas enfermas que les haces a animales asustados que no entienden qué está pasando por tu cabeza y las cabezas del resto de idiotas como tú que maltratan a bichos sin motivo. Mira, tus antepasados vivían en otra época, en la que te morías de tuberculosis o difteria, un embarazo tenía más peligro que Rivera pactando y la gente se hacía ropa con sacos de pienso y cuerdas. Tú usas gomina, tienes aire acondicionado en el coche y el Tinder instalado en el móvil con la distancia habilitada a tres pueblos.

A ti te da pena si Cristiano Ronaldo tiene un tirón muscular y se pierde el próximo partido. Sufres por ese tío con el que no tienes nada que ver. Cuando quieres puedes desarrollar empatía, así que no me vengas con tonterías de tradición y ancestros. En aquella época hubieran tirado del campanario a alguien como tú que usase gomina para disimular la calva cuando queda con una del Tinder. Lo tuyo no es tradición. Tradición es comer paella los domingos con la familia, regalar calcetines el día de Reyes, hacer el camino de Santiago o disfrazarte de pirata cuando es carnaval. Lo tuyo es que te conviertes en un enfermo que disfruta del sufrimiento o, en el mejor de los casos, en un enfermo al que no le importa el sufrimiento, porque no te fijas, no caes en que está sucediendo, porque el que sufre es otro, no tú. No tienes sentimientos. Sí, he dicho sentimientos, seguro que soy maricón. Tú vas a lo tuyo, a divertirte torturando a un animal cubata en mano. Y encima en vaso de tubo. Como si te viera.

El toro, el becerro, la cabra, el pato, la gallina, el conejo o el gato al que torturas de mil formas enfermas distintas cada verano hasta que se muere, sufre, ya diga lo que diga el follacabras de tu primo el concejal de fiestas. Y tú lo sabes. No me puedo creer que no lo sepas. Por muy tonto que seas, si a ti te hace daño darte un golpe en el dedo del pie contra la pata de la silla, es muy sencillo que caigas en la idea de que el toro al que le clavas cosas afiladas y grita o el pato al que le arrancas el cuello a tirones mientras tu colega el bola te aúpa a hombros, lo están pasando realmente mal. Los estás torturando, idiota. Te crees un tío normal y hasta te permites el lujo de criticar a asesinos que salen por la tele, pero tú torturas.

Haces lo peor que alguien puede hacer. Resumiendo: si maltratas a un ser vivo sufre. Y mucho. Y tener que discutir esto a estas alturas sí que nos hace sufrir a la gente normal que no torturamos animales ni podemos soportar a quienes son tú y lo hacen. Sí, ya lo sé, venga, dímelo, que se lo has escuchado a tu primo y nadie le tose: “pues tú seguro que comes carne”. En serio, no lo intentes por ahí. No sigas haciéndonos sentir vergüenza ajena al resto de humanos. La gente normal puede o no comer carne por ese asuntillo de alimentarse. Comer carne o no hacerlo es un debate muy interesante del que tú estás muy lejos, así que no entres. Tu lugar de momento está mucho más abajo en el escalón evolutivo. Deja ese debate para los mayores. Tú de momento céntrate en lo tuyo. ¿Vas a seguir torturando animales por diversión? No lo hagas. Mira a uno de esos bichos a los ojos, a ver si ves algo. Lo hay. Es lo que los humanos llamamos humanidad y de lo que tú tienes poco.

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