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Cómo celebrar un debate electoral entre candidatos

Cómo celebrar un debate electoral entre candidatos

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Estamos en plena campaña electoral. Lo habrás notado porque estás acostumbrado a encontrarte en la tele con candidatos conduciendo cohetes propulsados por hidrógeno líquido, tocando el trombón con la Orquesta Sinfónica de Villarriba o masajeándole los pies a María Teresa Campos. Todo esto, por supuesto, es necesario y útil para conocer la parte humana de quienes podrían gobernarnos. ¿Puede ser un buen político un tío que no sabe conducir un cohete o masajear pies de señoras? Probablemente no, de ahí la necesidad de este tipo de eventos. Pero por mucha importancia que le demos a la parte humana, no debemos olvidarnos de la parte política. Lo de las propuestas. Joder, lo de qué vas a hacer si ganas. Sí, cojones, lo de prometer cosas. Eso ¿Ya? Vale. Seguimos. En esta parte de la campaña en la que Pablo Motos no los obliga a ponerse un traje ignífugo, el evento más importante es el debate electoral: los candidatos a gobernar exponen y enfrentan sus propuestas ante los ojos y el criterio de los votantes. Desde Lío Pardo queremos dar unas nociones básicas, unas instrucciones de uso, como las que vienen en los muebles de Ikea, para el correcto montaje y funcionamiento de estos actos complementarios a la labor del hombre de negro. Paso 1: Al debate entre candidatos deben ir los candidatos. Parece obvio pero no es tan sencillo. Este paso, básico, es el equivalente al “¿tiene usted encendido el router?” de una campaña electoral. ¿Tiene usted en su plató a los candidatos a presidente? Si en lugar de a los candidatos a presidente, tiene usted en su plató a su cuñado y su sobrino dando por culo con si Ronaldo se tira o no se tira, o a la vecina del quinto hablando con la del segundo sobre si la del tercero es así de siesa o sólo se lo hace, estaríamos por supuesto en ambos casos ante debates, pero no serían electorales ni entre candidatos. Si la vecina del segundo y la del quinto estuvieran hablando de política, estaríamos, ahora sí, ante un debate electoral, pero no ante un debate electoral entre candidatos, si ninguna de ellas se postula a mudarse a La Moncloa. ¿Veis como no era tan sencillo? Paso 2: El número de candidatos para que haya un debate debe ser, como mínimo, de dos. Superado el paso primero, la cosa se complica aún más. La condición de que acudan candidatos para que exista debate electoral entre candidatos es necesaria, pero no suficiente. El número de estos candidatos debe ser, como mínimo, de dos. Si acude sólo un candidato, estaríamos ante un mitin, una entrevista, o un partido de Champions en la radio, pero no ante un debate electoral de presidenciables. Por ello es importante organizarlo de tal modo que al menos dos se apunten. Hacer coincidir las apretadas agendas de saltos al vacío desde un aeroplano, karaokes y besar niños, no es sencillo, pero puede hacerse. Si es necesario, habrá que recurrir al engaño. No te sientas mal si al llegar a plató, alguno de los candidatos pregunta sorprendido “dónde están Trancas y Barrancas y qué hacen aquí estos”, el engaño habrá merecido la pena si conseguimos reunirlos para que debatan. Paso 3: Hablar de política. Una vez reunido un número mínimo de dos candidatos a la presidencia del Gobierno, sólo falta hacerlos hablar de política. Para ello, les haremos entregar a la entrada del plató el coche de karting, la guitarra y confiscaremos al niño para besar que llevan escondido en la mochila. Fuera distracciones, y una vez dentro con lo puesto, habremos avanzado bastante, aunque no lo suficiente. No nos sirve que se junten y se queden callados sin mirarse, o mirándose haciéndose gestos intimidatorios en silencio. Tienen que hablar. Para ello es necesaria la figura del moderador. El moderador debe ser una persona que haga sentirse cómodos a esos cervatillos asustadizos que son los políticos. Elegir para moderar el debate a Jiménez Losantos podría incomodar a Pablo Iglesias, y elegir a Willy Toledo podría no ser del agrado de Rajoy. Hay que buscar al moderador en esa horquilla que va de Losantos a Willy. Una vez encontrada la figura de consenso para que los cervatillos se queden pastando ante la cámara, el moderador deberá proponer temas de los que hablar. Bloque dos, señores candidatos: “el olor a gasolina cuando repostan el coche, ¿gusta o molesta? Error. El moderador elegido debe conocer las instrucciones de uso al dedillo para no introducir temáticas que no vienen al caso. En un debate entre candidatos el moderador deberá proponer temas, como economía, política territorial, de seguridad o desigualdad social y permitir que todos hablen. No sería un debate, si uno de los candidatos comenzase a opinar al principio del debate y siguiera ininterrumpidamente hasta que éste acabara, mientras los otros le hacen gestos amenazantes en silencio. Todos deben participar. Es sencillo, si se le pone ganas y esfuerzo. Es posible. Como dice Obama, Yes We Kant, podemos tener un debate político entre candidatos, si ellos ponen de su parte y nosotros les pedimos que dejen un rato de dar saltos y se pongan a hablar. Pablo Motos, que necesita un descanso, lo agradecerá.

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