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Mis 7 historias favoritas de Papas

Las historias favoritas de Papas de Diostuitero.

-Vaticano

VaticanoWikimedia

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Los Papas son mis encargados en la Tierra. Os recuerdo que la última vez que bajé a ver personalmente cómo iba el negocio me crucificasteis, así que a partir de entonces decidí nombre representantes. Lo malo es que me pasa como a los políticos, que no tengo mucho ojo para elegir al personal y a veces me salen rana. Muchas veces.

1. Galileo y el Papa eran coleguitas

Sí, hijos míos. Y de hecho quedaban para charlar sobre ciencia y arte, disciplinas a las que Urbano VIII era muy aficionado. Pero claro, el dichoso Galileo empezó a decir un día que la Tierra giraba alrededor del sol y no al revés y la amistad se fue al traste. Eso contradecía la Biblia, que cuenta cómo yo detuve el sol para que a Josué, uno de mis caudillos, le diese más tiempo para exterminar a los enemigos de Israel. Así que Galileo fue juzgado y obligado a retractarse, y tuvo suerte de que había sido amigo del Papa, porque gracias a eso le conmutaron la pena de cadena perpetua por arresto domiciliario. ¡Enchufado!

2. El Papa que hizo publicidad

¡Y lo hizo de algo parecido a la Coca-Cola! Resulta que un tipo llamado Angelo Mariani inventó un brebaje a partir de mezclar vino de Burdeos con hoja de coca, el “Vin Mariani”, que obtuvo un gran éxito entre la alta sociedad. Al Papa León XIII le encantaba (decía que le ayudaba en sus momentos de retiro) e incluso el Vaticano llegó a premiar a su inventor, el cual, aprovechando una audiencia con el Pontífice le pidió permiso para usar su imagen en una campaña. ¡Y mi representante se lo concedió! Desde que descubrí que convertía el agua en vino supe que al final montaríamos una licorería.

3. El Papa que prohibió a los toros

Una de las cosas que me hace dudar de que evolucionéis es que en pleno siglo XXI sigáis disfrutando con la tortura y muerte de otro ser vivo. Pues bien, ya en 1567 Pio V (que además es santo) emitió una bula en la que decretaba excomunión para quien permitiese “esos espectáculos en que se corren toros y fieras en el circo en la plaza pública” que “no tienen que ver con la piedad y caridad cristiana”. Incluso negó la sepultura eclesiástica a los toreros.

4. El Papa que excomulgó un cometa

¡Ahí queda eso! Fue Calixto III, pensando que su aparición era un signo de la ira divina porque Constantinopla había caído en manos de los turcos. Decididamente la astronomía no es lo nuestro.

5. Cuando los tuvimos que encerrar bajo llave

De ahí viene la palabra Conclave, "cum clavis", bajo llave. A la muerte de Clemente IV, en 1268, se tiraron tres años los cardenales sin ponerse de acuerdo en elegir sucesor. Había dos bandos enfrentados y ninguno daba su brazo a torcer, y por más que lo llamaban, el Espíritu Santo no venía a iluminar a sus eminencias. Los habitantes de Viterbo, la ciudad italiana donde se hospedaban, se cansaron de tanto gorroneo y decidieron encerrarles bajo llave y a pan y agua para agilizar los trámites. En seguida bajó la paloma y eligieron Papa. A la vista del éxito del sistema, la iglesia lo adoptó a partir de entonces (lo de encerrarse, lo otro de pan y agua, no, que tampoco hay que pasarse).

6. Cuando cobrábamos impuestos a las prostitutas de Roma

Cuando vayáis a Roma y veáis la Capilla Sixtina pensad que su construcción costó mucho esfuerzo, pero quizá no donde imaginabais, sino en muchas alcobas. Porque al Papa Sixto IV se le ocurrió que una buena forma de financiarla fuese cobrando un impuesto a las numerosísimas prostitutas que ejercían su oficio en Roma, y otro a los sacerdotes que quisiesen gozar de amante. Muy edificante.

7. El Papa que por fin quiso ir solo al baño

"Caga el pobre, caga el rico, caga el rey y caga el Papa. De cagar nadie se escapa" reza el dicho popular. Pero hasta en esto había clases. Y es que cuando sus santidades acudían al excusado no lo hacían solos, sino que eran acompañados de un asistente encargado de limpiar sus partes íntimas. Dicho puesto era muy codiciado, pues al compartir esos bellos momentos de higiene personal, el asistente acababa convirtiéndose en uno de los hombres de confianza del Papa. Hasta que en el siglo V Anastasio II debió pensar que ya era mayorcito y decidió ir solo al retrete.

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